sábado, 8 de diciembre de 2007

Sorpresas

Las sorpresas nos caen una tras otra.
Hasta Gabrielle, que poco entiende las cosas, está entusiasmada.
Y sí, todo empezó el lunes con aquella sorpresa (sorpresa que anoche yo descubriría como tal). Aquella sorpresa diferente a mi, y tan diferente, y que sin embargo ha logrado que yo pronuncie palabras que jamás diría.
Con la boca callada pasó el martes. ¡Y qué martes inesperado! Porque eramos tres amigas, y sinceramente era muy raro tenerlas a las dos en mi cocina. Jamás lo hubiera imaginado. Y me hicieron tan feliz. Esas cosas, tan pequeñas y cortitas, son las que nos demuestran de verdad lo que lo logramos este año, y que me fascina tanto.

Sin esperar mucho más, llegó el miércoles de madre e hija. Nos fuimos a la capital del país las dos y sucedió aquello que más amo de estar con mi madre: nos transformamos en dos amigas. No tengo intención de enumerar todo lo que hicimos (sería tan tan denso) pero lo más importante y lo más sorpresivo: tengo mis primeros maquillajes, o mis primeras pinturas o como se digan esas cosas que disfrazan la cara.

El miércoles a la madrugada y el jueves por la mañana me vieron pensando lo mismo, que ya lo pensaba hace mucho, pero ahora más intensamente: "¡las extraño y tengo que contarles tanto!". Y entonces, sorpresivamente (y valga la redundancia) y seguramente por obra del destino, sonó el teléfono y era Rosi. Que no solo vino unos días, se queda una semana; una semana que luego se transforma en vacaciones juntas, que desembocan en años de estudio juntas. Ahora es su turno. Y se viene a vivir a mi ciudad.
No sólo fue eso el jueves. Yo seguía callada, pero esperaba más que nada llegar al club. Al principio me decepcionó la pileta vacía, pero no sólo la pileta se llenó, sino que lo hiso como yo quería. Otra conversación. Otras sonrisas. Y el mismo secreto que crecía.

Ayer compartí otra tarde con mis amigas. Y después, fui al único que lugar del cual jamás debería haberme ido (ni debería ir) y que más pasiones, alegrías, sonrisas da. El Gigante de Arroyito estaba una vez a punto de explotar y dandome la felicidad que necesitaba. Mi papá estaba conmigo, y su compania es tan importante en esos momentos. Pero yo no pensaba solamente en Central, sino en lo que seguía. Una hora más tarde estaba en la mesa del club. Sonó el teléfono de él, y era él. "Sí, vení". Sentado atrás mio, sentado al lado mio, hablando, acordándose, llamandome, preguntandome...no pude evitarlo. Llegué al galpón y le dije a Vir: tengo algo que contarte. Y a la noche tenía la cámara con una foto, "tomá una foto para tu fondo, pero borrala que salí mal".

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